Voy a pasar de puntillas por los meses que fueron desde el verano de 2009 hasta los primeros meses de 2010. Fueron sin duda los más duros, frustrantes y agotadores de nuestra vida. Y algunos de los más intensos. Regados esporádicamente con rayos sueltos de esperanza construida por los cimientos de convicción interna, por amor al presente y por lealtad al pasado, como incluiría en una canción que compondría unos meses después. Sí, la música se consolidó como una vía imprescindible para todos en casa. A veces, incluso simplemente como herramienta para apagar a base de decibelios los llantos. Esos nueve meses fueron la cuna de sentimientos que darían lugar a muchas canciones desesperadas que ya explicaré, con nombres como “The Tear Car” o “U were with me” que podéis encontrar en las plataformas si tenéis curiosidad, así como otras más luminosas en los oasis en medio del desierto, como “Walking On The Sun” o “What’s life but a Dream”…

La enfermedad avanzada imparable, a la par que nosotros y, sobre todo Jon, redoblábamos los esfuerzos por frenarla en todos los frentes (fisioterapia, comunicación, logopedia…) apoyados por algunas personas y profesionales maravillosas, algunas de las cuales aún a día de hoy siguen caminando con nosotros. Dábamos a la queja y al dolor el espacio justo para hacerle frente con las lágrimas necesarias para cicatrizarlos, pero no permitiéndole que pilotara nuestros pasos. Y seguíamos adelante con la energía que construíamos gracias a descubrir, vivir , sentir, y agradecer con intensidad las muchas razones que teníamos para sentirnos muy afortunados. Era una gimnasia diaria llena de volatines repletos de ambos vectores. Sin duda fueron meses que nos construyeron para siempre.  Yo seguía yendo a trabajar con mi alma en otro sitio y deseando volver a casa al mediodía y a la tarde, para darle relevo a Mentxu, que se concentraba diariamente en un esfuerzo titánico en la atención a Jon.

Y así avanzaban los meses con una angustiosa pregunta de fondo: ¿Frenará el trasplante el avance de la enfermedad? Nos adentrábamos en el 2010 y había pasado ya más de un año en una cuesta abajo sin que se percibiera algo más que aceleración. Nuestra esperanza se mantenía en un ejercicio voluntarioso y práctico … pero realmente todo apuntaba a que Jon se iría. En los primeros meses de 2010 se sumaron a todas las complicaciones, problemas serios con la deglución, lo cual también podía traer consigo problemas respiratorios derivados… Todo era oscuridad y nos sentíamos avanzar a base de pico y pala por galerías en busca de una salida, sin más orientación que la de brújulas internas y con las fuerzas que construíamos por inercia. Como cuando llegas a un punto de agotamiento tal, que avanzas sin darte cuenta de cómo, ni entendiendo de qué manera has conseguido llegar hasta allí, dábamos pequeños pasos casi sin respiración.

Y entonces comenzamos a notarlo. Una pequeña brisa. Un poco de oxígeno. Era abril. Pasó una semana sin sorpresas; sin que hubiera un empeoramiento en cualquier cosa en Jon en contraste con lo que sí había pasado cada una de las más de setenta semanas anteriores. Y pasó otra, de nuevo. Y lo supimos. Las células de María habían comenzado a funcionar en cuerpo debilitado y aturdido de su hermano.

Jon no se iría. Jon se quedaba con nosotros.

© Mikel Renteria. Año 2019