La luz traspasa los cristales de las ventanas de la oficina de WOP trayendo imágenes del barrio en el que siempre hemos vivido. El bullicio de la calle se dibuja afuera, aterido del frío de esta mañana de otoño. Se nota la vibración del pasar del metro lleno de historias únicas bajo nuestros pies. Alzo la vista y desde donde estoy sentado escribiendo estas líneas, veo la casa en la que vivimos varios años hasta que supimos que nuestro segundo hijo, Jon, estaba en camino. Nos cambiamos, por aquel entonces, a otra un poco más grande y un poco más allá, pero siempre aquí. Cerca. Seis años más tarde, un día como hoy, un trece de octubre recibíamos la noticia en voz de un equipo de radiólogos que, encorvados, balbuceaban conmovidos por el peso de sus palabras. Habían tenido la suerte de conocer a aquel enano de seis años que con ojos achinados, sonrisa a medio lado y pecas chisposas les había vacilado. Convirtió, como él decía, en una “fiestuki” la entrada en la nave espacial que no era sino una máquina de resonancia magnética. Mentxu y yo teníamos treinta años. Nos pidieron que nos sentáramos. “Chicos, aunque no haya dado ninguna señal, Jon tiene un daño cerebral muy alto. Creemos que tiene una enfermedad muy infrecuente. Habéis visto “El aceite de Lorenzo”, la película de Susan Sarandon y Nick Nolte? Creemos que puede tener esa enfermedad”
Han pasado trece años y desde entonces, el tiempo está mezclado. Porque vivimos en aquel momento y en los anteriores y en los que han ido sucediendo, en una especia de torbellino con el centro ocupado por un abrazo de calor y de amor. ¿Qué es el tiempo sino nuestra consciencia de estar vivos y su velocidad de paso sino nuestra capacidad de percibir y saborear? Hoy he saboreado lentamente como siempre su sonrisa a la mañana mientras le aseábamos, y nuestro desayuno en el salón de café y de tostadas, mientras de fondo se escucha la música en su cuarto. Mentxu y yo seguimos teniendo aquellos treinta años y estamos sentados en aquellas sillas, y Jontxu tiene 19, y también tiene 6 e incluso menos en sus sueños mientras corre. Aquí estamos. Abrazados con Jontxu, con Andoni y con María, y con la gente que nos quiere y con la gente que queremos. Y ése es el centro de nuestro todo mientras el tiempo gira alrededor. Y que el tiempo pase lento. Y yo contigo, y tú conmigo.
© Mikel Renteria. Año 2021