La misma materia
El mundo está viviendo de nuevo un ciclo en el que se contraponen de manera enfrentada y violenta corrientes que, sintiendo partes de su identidad en riesgo, tienden a simplificarla como si sólo esas partes fueran las constitutivas de su identidad completa. Se nos dibuja a cada uno como habitantes de superficies en forma de círculos y elipses que se separan cada vez más y el área de los conjuntos de intersección es crecientemente menguante. Se empuja a los habitantes de cada superficie a ver a los de las otras como enemigos de su “identidad”. Los habitantes que buscan trabajar en las intersecciones son tachados de tibios en vez de pintores de trazos de encuentro en los que el proceso dialéctico entre las superficies pueda cincelar visiones retos y misiones comunes.
Pero, ¿Qué tal si recordamos que la realidad tiene volumen? ¿Y si cada uno de esos círculos y esas elipses no dejan de ser más que burdos cortes a una esfera? Una esfera como en la que vivimos, una esfera de colores vivos que defina nuestra identidad tan rica que nos hace únicas a cada persona ¿Y si tomamos consciencia así de que estamos realmente unidos por muchos anhelos compartidos y formamos parte de una misma materia? ¿Y si nos damos también cuenta de que además hay otras dimensiones como la del tiempo y que éste es muy corto para cada uno de nosotros?
Como tantas veces en la historia ¿Aceptaremos ser aplanados, carecer de volumen y perder la perspectiva? ¿O buscaremos los ciudadanos que en nuestras esferas de acción seamos capaces de ensanchar los conjuntos de comunicación, contraste, respeto, mejora compartida desde diferentes visiones para generar un mundo mejor?
Escribo estas líneas junto a mi hijo que esboza una sonrisa en su silla de ruedas, escuchando la magnífica “Never ending happening” de Bill Fay acompasada a los pájaros y el riachuelo de su pueblo. Sonríe. No puede hablar. No puede moverse. Es feliz. Y a su manera, con esa sonrisa, da gracias por la improbable y valiosa VIDA. Sólo necesita amor y eso lo tiene a raudales; el que recibe y el que da. ¿No será esa nuestra verdadera esfera, nuestra materia, la parte más importante de nuestra identidad?
© Mikel Renteria. Año 2025.
La misma materia
El mundo está viviendo de nuevo un ciclo en el que se contraponen de manera enfrentada y violenta corrientes que, sintiendo partes de su identidad en riesgo, tienden a simplificarla como si sólo esas partes fueran las constitutivas de su identidad completa. Se nos dibuja a cada uno como habitantes de superficies en forma de círculos y elipses que se separan cada vez más y el área de los conjuntos de intersección es crecientemente menguante. Se empuja a los habitantes de cada superficie a ver a los de las otras como enemigos de su “identidad”. Los habitantes que buscan trabajar en las intersecciones son tachados de tibios en vez de pintores de trazos de encuentro en los que el proceso dialéctico entre las superficies pueda cincelar visiones retos y misiones comunes.
Pero, ¿Qué tal si recordamos que la realidad tiene volumen? ¿Y si cada uno de esos círculos y esas elipses no dejan de ser más que burdos cortes a una esfera? Una esfera como en la que vivimos, una esfera de colores vivos que defina nuestra identidad tan rica que nos hace únicas a cada persona ¿Y si tomamos consciencia así de que estamos realmente unidos por muchos anhelos compartidos y formamos parte de una misma materia? ¿Y si nos damos también cuenta de que además hay otras dimensiones como la del tiempo y que éste es muy corto para cada uno de nosotros?
Como tantas veces en la historia ¿Aceptaremos ser aplanados, carecer de volumen y perder la perspectiva? ¿O buscaremos los ciudadanos que en nuestras esferas de acción seamos capaces de ensanchar los conjuntos de comunicación, contraste, respeto, mejora compartida desde diferentes visiones para generar un mundo mejor?
Escribo estas líneas junto a mi hijo que esboza una sonrisa en su silla de ruedas, escuchando la magnífica “Never ending happening” de Bill Fay acompasada a los pájaros y el riachuelo de su pueblo. Sonríe. No puede hablar. No puede moverse. Es feliz. Y a su manera, con esa sonrisa, da gracias por la improbable y valiosa VIDA. Sólo necesita amor y eso lo tiene a raudales; el que recibe y el que da. ¿No será esa nuestra verdadera esfera, nuestra materia, la parte más importante de nuestra identidad?
© Mikel Renteria. Año 2025.