18 AÑOS

Como tantos días, hoy nos has regalado esa sonrisa al despertarte y que, como el rocío tras una noche de descanso, refresca la mañana y humedece las telarañas de nuestros ojos cargándolas de gotas de alegría. Gotas con sal de felicidad, elegida como opción por ti, y ejemplo diario de ganas de vivir para todos nosotros. Unas ganas de vivir que te han traído en volandas hasta hoy que cumples 18 años. Dieciocho años, en letras que nos siguen sorprendiendo al trazarlas. Han pasado doce desde aquel 2008 en el que la vida se enredó entre tus pies y que a punto estuvo de hacerte caer por el barranco. Doce años inesperados y vividos en lucha, en pelea, en equipo formado por tantas personas que te adoran. Doce en los que hemos aprendido tantas cosas juntos.

Nos habría gustado que hubieran sido años más fáciles para ti, hijo. Bien lo sabes. Sí, a ama y a mí, hijo, nos habría encantado poder regalarte una vida más sencilla. Sólo podemos regalarte nuestro amor. Amor inmenso, como sabes, y como sé que sientes. Yo siento cada día esa enorme dicha de amarte, de abrazarte y que me sonrías, de echarnos esas risas pardas con nuestras tonterías, de cantar juntos y de inventar rimas soeces, de pasear y oír soplar al viento, el silbar de los pájaros y tantos sonidos y sabores que antes ni sabía que estaban ahí. Te quiero, hijo, como te digo cada día abrazados. Te quiero con toda mi alma. Y queriéndote soy feliz. Gracias por tu vida, gracias por tu ejemplo, gracias por elegir ser feliz en cuanto tienes elección, gracias por despertarme cada día a la vida; para vivirla con intensidad. Con esa intensidad que da calor y suelda nuestras almas para siempre evaporando las lágrimas que también brotan mientras escribo estas líneas.

Felicidades, hijo. Zorionak, melón.

 

©Mikel Renteria. Año 2020.