Echar la vista atrás. No a la nebulosa. De vez en cuando nos toca. Abrir la tapa del cofre en el que guardamos las fotos del pasado. Hacer tangible y explícito el ayer a través de las pinceladas de recuerdo de las fotos. Me tocó sacar aquellas fotos para un documental que estábamos preparando. Ninguna me resultaba extraña. Ninguna ajena al presente. Ninguna apagada o diluida en el pasado. Pero ver esas imágenes supone y supuso en aquel momento una avalancha, un aguijonazo de dolor que hizo explícito que, desde entonces, desde aquel momento, vivo en medio de un sueño. Y no despierto.

Volver al cofre de las fotos supone recordar cosas que están al fondo, recuperar escenas y momentos y ponerlos a flotar en la superficie del presente. Y al subir rasgan el agua del olvido que amortigua cada día la luz que llega a cada foto. No quiero olvidar. No quiero que se me olvide el sonido de tu voz. No quiero que se me olvide nada de lo que fue ni de lo que eres.

Esa es la verdad. La que vive adentro y que las fotos ponen a flote sobre la superficie de la consciencia. La verdad que pocas veces enseño y que te tienes que empeñar para que te enseñe, siempre escondida con “todos bien” y con sonrisas. Sonrisas que son verdad, pero también son un atajo cuando hay prisas por tu parte o por la mía.

Y esa verdad es la que canto dando la vuelta al cuadro de nuestra vida para que, en vez de que se vea sólo lo que traspasa el lienzo, también a veces se adivinen más colores de la realidad. Porque cantando así, me curo las heridas.

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© Mikel Renteria. Año 2019