Todos los días llevaba a mi hijo mayor al colegio a las ocho de la mañana. Era un momento maravilloso en la entrevela para compartir un rato con él. Aunque fuéramos en silencio simplemente escuchando música. Era una ruta corta, pero suficiente. Íbamos al colegio en el que hemos estudiado todos en casa. También Jon hasta que el terremoto de su enfermedad puso todo patas arriba. Muchos días, al dejarle a mi hijo veía a antiguos compañeros de clase de Jon entrando en el colegio. Corriendo, riendo, bromeando… Y, como tantas veces, te imaginaba a ti, hijo, con ellos de nuevo, como tantas veces imagino y sueño que nada ha pasado y que un presente diferente visualiza el devenir de un cambio en el pasado que hace que tu vida fuera la confortablemente prevista.
Muchas de esas mañanas entraba en el trabajo con esa presión en el pecho. Porque la herida sigue abierta. Y la herida sangra aún. Entraba en el trabajo. Solo, porque habitualmente llego yo el primero a la oficina. Y esa soledad y esa presión hizo que un día necesitara empezar el día componiendo esta canción. “Hey! Que igual no lo sabes, pero la herida se mantiene abierta, que no se ha cerrado ni se cerrará”. Y entonces, la única salida a esa soledad es juntarme a ti, visualizar la sonrisa en tu cara que ilumina incluso lo peor ya pasado, escuchar el sonido de las pisadas de tus pies que siguen dando pasos sin tocar el suelo, saborear el brillo de tus palabras desde el silencio.
La canción cogió el ritmo sosegado y cargado del día a día. De un sentimiento sordo y de fondo que acompaña desde el dolor y desde el alivio de la percepción de la felicidad en tu cara, a pesar de tanto.
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© Mikel Renteria. Año 2019