Era Mayo de 2010. Y ya sabíamos que Jon no se iba. Todo en nosotros había cambiado. Teníamos claro que nuestra vida ya nunca sería la misma que antes. Sabíamos que habíamos saltado, sí, y que ya siempre viviríamos en el barranco. Habíamos descubierto y construido muchas cosas en nosotros en esos dos años. Queríamos dar pasos contra las enfermedades que nos habían rasgado, que habían herido nuestra alma. Y, además, sabíamos que era nuestra única manera de ser felices a partir de ese momento. En mis charlas suelo utilizar una frase que en algún momento me crucé, una cita de Confucio que viene a decir, aunque no literalmente que “Si sabes lo que tienes que hacer y no lo haces entonces estás más jodido que antes”.  Sí, debíamos encauzar energías hacia la lucha contra esas enfermedades.

Aunque le habíamos dado forma durante las semanas previas, todo se oficializó en una cena en nuestra casa, el 6 de Mayo de 2010,  a la que invitamos a un grupo de personas que nos habían acompañado con especial sensibilidad en los últimos meses y con los que habíamos compartido nuestra decisión. El nombre estaba claro The Walk On Project (WOP), heredando el nombre de mi promesa en forma de canción (Walk On) que justo estábamos grabando en el estudio aquellas semanas. Su fin también estaba claro: ser nuestro camino de lucha contra las enfermedades neurodegenerativas mediante la divulgación y la creación de un caldo de cultivo favorable a la ciencia y la financiación de proyectos de investigación en terapias. Los valores que nos movían y que impregnarían aquel impulso serían configuradores para el proyecto y tan importantes como los fines. WOP sería un proyecto apalancado en el optimismo como motor de cambio, en la ilusión por cambiar las cosas, la valentía para afrontar retos y el trabajo y el compromiso para conseguir superarlos … Nada de pena; nada de lástima. La pena se apaga en el mar de penas que nos rodean.

Sabíamos lo que queríamos hacer, sabíamos cómo queríamos hacerlo y  habíamos decidido que no queríamos pedir; sino ofrecer. Ofrecer productos, ofrecer servicios, ofrecer emociones y verdad y si la sociedad los apreciaba conseguiríamos recursos para nuestros fines. La música apuntaba a uno de los vectores de actividad iniciales y una herramienta de comunicación privilegiada para el proyecto. No teníamos en absoluto claro cómo daríamos los siguientes pasos ni la forma que tendría pero teníamos el por qué, el para qué, el desde qué valores y la enorme y definitiva motivación de dar los pasos necesarios. Sí, caminaríamos paso a paso.

Planteamos a varios profesionales el diseño del logo del proyecto. Habíamos retomado nuestra amistad y con una profundidad aún mayor y para siempre, probablemente porque las mismas zarzas nos habían herido a ambos: Tras varias vueltas, Rubén, de la manera que siempre hace las cosas; desde detrás, con humildad, dando sin esperar nada, sin ruido(bueno, ruido sí que hace a la batería de la Walk On Project Band)… me llamó…” He hecho un boceto de diseño, por si acaso. Supongo que no servirá pero bueno… te lo mando”. Vaya que si servía. Se convirtió en el logotipo de Walk On Project; uno de nuestros símbolos más reconocibles.

Comenzábamos aquel camino por pura necesidad. Paso a paso, como decía la canción. Con la determinación de seguir adelante. Mentxu y yo jamás pensamos que aquel camino comprometería nuestra vida al completo y para siempre; que se convertiría en la otra cara del lienzo sobre el que pintamos la vida de nuestra familia.

© Mikel Renteria. Año 2019