(Atención porque este miércoles estrenaremos una sorpresa)

Han pasado 10 años desde entonces. Y tanto es igual, aunque todo sea tan distinto. Aquí estamos. En el mirador del salón de casa. Los dos juntos, absorbiendo la energía de los rayos del sol, que entran por las ventanas trasladándonos el paisaje que pintan en sus cristales. El bullicio de la casa suena de fondo. El viento, se cuela por rendijas que, afiladas, aciertan a silbar canciones bienvenidas. “¿Desde dónde habrá viajado este viento, Jon?”. Él se descojona. “Ya está aita, con sus cosas”. Yo ahondo en la herida “Jon, seguro que en aquellos montes del fondo está la máquina que impulsa todo el viento que le llega y lo apunta hacia nosotros modulando las canciones a soplidos”. Él es muy agradecido y me sonríe. Yo he cogido carrerilla “O igual es que es el cumpleaños de una oveja y sus amigas están soplándole las velas”. Esta vez me mira con sonrisa de medio lado como diciendo…”En fin… lo que hay que aguantar”.

En la cadena suena música, claro. Como cuando descubres una cosa, tras lo cual, la ves en todos los lados, y te sorprende que no la hubieras visto antes, ¿No os pasa que, a veces una canción o un artista te aparece en cada esquina? Es como si ese viento resonara y te uniera con cuerdas invisibles con sus melodías Esta semana ha sido la semana de Sting, al que nos enganchamos en su brillante Bring on the night. Mi hijo mayor, que está aprendiendo a tocar la guitarra me sorprendió ayer tocando un riff de guitarra de una de sus canciones; uno que me parece especialmente genial; el de “Shape of my heart”. Hay melodías, pasajes, que nos acompañan pegados desde que en su momento las descubrimos y nos iluminaron, ¿verdad? En casa hace muchos años que no sonaba Sting, y, resulta que mi hijo, sin haberle explicitado nunca que tuve mi época con él ni hablado de esa canción, coge y la toca. Magia.

A lo largo de la semana en infinidad de momentos han aparecido flashes de él. Así que nos hemos rendido a la conexión y hoy, en la cadena, suena a tope el Sting más “jazzy”. Jon lo acepta de buen grado, con esa sonrisa permanente aprobatoria que denota que le gusta. De vez en cuando bajamos el volumen, para asegurarnos de que el viento sigue ahí. Y así hemos pasado ya un par de horas. Mientras tecleo estas palabras, las ventanas retumban en redoble porque el viento ha cogido mucha prisa y hasta levanta olas en la ría . Jon carcajea y me imagino sus palabras “ ¡A tope de caña!¡Más viento!”. Sí quizás sea el mismo que, tras viajar por el mundo 10 años, hoy nos visita de nuevo para cantarnos, en el mismo ventanal. El mismo en el que pasamos tantas semanas esperando a que las defensas de su debilitado cuerpo subieran. El mismo en el que hoy, Sting, aunque no lo sepa, por gracia de la grandeza de la música, nos ha acompañado.

© Mikel Renteria. Año 2019