Los días se hacían largos y Jontxu cada día sentía más efectos de la enfermedad y también los propios efectos de la quimioterapia asociada al trasplante, para la que los que entre otras cosas le tenían que poner morfina. Llegó la nochevieja y montamos un fiestón del quince juntos. Sí conseguíamos disfrutar mucho, estrujando cada buen minuto y tragando y desechando cada mala hora. Aquellas semanas fueron una escuela de vida para nosotros y un entrenamiento que se convertiría en rutina conductual para siempre en nuestras vidas.

José María Moraleda, todo su equipo y el personal del Hospital se convirtieron en nuestra familia para siempre. Era navidad y habían reforzado los turnos para, entre otros casos, atendernos con un mimo, cariño y profesionalidad difícilmente imaginable y, sin duda, insuperable. Durante el día estábamos los dos con Jon en la habitación aislada(por la inmunodepresión) y a las noches nos turnábamos y uno de los dos se quedaba a “dormir” con Jon y el otro se iba a “dormir” al piso que habíamos alquilado. Preferíamos quedarnos con él. Recuerdo aquellos recorridos de apenas 400 metros entre el hospital y el piso de noche y al amanecer, que eran nuestro único contacto con el exterior del hospital. Y recuerdo la soledad en aquel piso y la prisa por volver a estar con Mentxu y con Jon. Sí, en aquella habitación hacía mucho más calor. Y también llegó el día de reyes y los regalos que pudieron comprar en sus escapadas. !!! Hasta vinieron los reyes a la habitación!!! Nuestros reyes magos y mágicos fue aquel increíble equipo del hospital que hacía que nos sintiéramos en casa.

Sabíamos que el trasplante tardaría muchos meses en “funcionar”, si es que lo hacía y que mientras tanto, la enfermedad avanzaría. Jon, detectaba los cambios con claridad y le daba vueltas al asunto. Un día desplegó un buen ramillete de sus miedos, yo creo que sintiendo que le fallaban las palabras y, como sabiendo que quizás no podría hacerlo si esperaba mucho. Era la expresión de nuestros propios miedos con una lucidez, claridad y trasparencia propia de él “ Aita, ama, estáis haciendo todo lo que podéis pero no lo estáis consiguiendo…ya casi no puedo veros, me cuesta entenderos las palabras que decís…”. Costaba tragar aquellas palabras pero las agradecíamos tanto para saber que él era consciente de todo y para poder afrontar con él su dolor; nuestro dolor.“ estoy asustado, ¿qué va a ser de mi viendo tan mal? ¿Con quién me casaré y tendré los dos niños que ya sabéis que quiero tener? ¿Cómo voy a cuidarles, si no me puedo cuidar a mí? ¿me ayudaréis?…” Dentro del enorme dolor y abrazados los tres en aquella habitación del hospital Virgen de la Arrixaca, es a lo único que pudimos contestar con seguridad y firmeza, porque así iba a ser, siempre estaríamos a su lado, SIEMPRE… Y él, se relajó.

Y aquello, se convertiría en la primera de mis canciones 5 meses después.

(Foto del 6 de enero de 2019 en el Hospital Virgen de la Arrixaca. Murcia)

© Mikel Renteria. Año 2019