Fue un radiólogo. No pudo darnos un informe escrito para que otro médico nos lo explicara. Había conocido a Jon (2T) dos días antes y, como todo el mundo, se había enamorado del pícaro pecoso de sonrisa a medio lado, que, con sus 6 años que le había vacilado antes de tumbarse en la camilla de la resonancia. No podía trasladar por escrito y con términos técnicos el impacto que aquello nos iba a provocar por siempre.
Era 13 de Octubre de 2008. Gonzalo(nuestro desde entonces, amigo) nos hizo sentar cuando fuimos a recoger el informe y, junto a su equipo nos explicó lo que habían visto. “Chicos, Jon tiene una enfermedad extremadamente grave. Su cerebro está muy afectado aunque no haya dado casi ninguna señal hasta ahora” – Nos explicaba mientras nos enseñaban las imágenes de la resonancia. Continuó sin apenas aire entre las miradas irremediablemente aturdidas y conmovidas de su equipo. “No estamos seguros pero creemos que probablemente tenga una enfermedad que se relata en la película Lorenzo’s Oil, el aceite de Lorenzo. Se trata de una grave enfermedad neurodegenerativa”.
No recuerdo bien qué le respondimos. Sí recuerdo el agudo dolor en el pecho; la presión en el cráneo, y mi mano apretada con la de Mentxu. Conociéndonos probablemente responderíamos con un sencillo “¿Se va a morir?”. Nos explicaron que no había una cura conocida, pero que no estaban del todo seguros y que “El devenir normal es de un proceso degenerativo rápido hasta la muerte”. “Pero, chicos, debéis ir al neurólogo a ver qué os dice”. Nos dieron un abrazo que jamás olvidaremos (ni ellos). Y salimos abrazados Mentxu y yo aguantando nuestro peso el uno sobre el otro por aquel pasillo. Entre el dolor inexplicable y la prisa operativa. ¡Teníamos que ir al neurólogo rápidamente! Pero antes teníamos que simplemente seguir avanzado por aquel pasillo de la clínica sin caernos al suelo. ¡Al neurólogo! ¡Pero también a casa!
Dios mío, ¿Jontxu, cómo te lo explicamos? ¿Y a ti Andoni? ¿Qué carajo te decimos? “Bueno, Mery no se va a enterar con lo chiquitina que es…”.
La cabeza bullía, el corazón sangraba …
Sólo queríamos ir a casa y abrazar a nuestros hijos.
Comenzaba el camino.
© Mikel Renteria. Año 2018